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Fala

El encanto diario

 

¿Sabéis por qué nos peñascos

nun salen duendes nin hadas,

nin por el pico del "Cuco"

as princesas encantadas

vestindo trajes de seda

chíos de perlas amontuadas

que dan brillos de rellustro

condo un quere mirallas?

​

            Tampouco salen nubreiros

en tormentas enfadadas

revolvendo c’ol sou palo

as nubes engavelladas

dunde salen as centellas

condo ruxen as tronadas.

​

            Tampouco salen os trasnos

con cadenas arrastradas

meténdoye medo a xente

n’as invernosas noitadas.

​

            Nin as bruxas medio encoiras

en escobas afumadas

salindo por chimeneas

como por cañois lanzadas

dando gritos y queixidos

mezclados con risotadas.

​

            Pero ahora xa nun salen

pos quedáronse anticuadas

porque van aviois n’el aire

con buas cabinas cerradas

sin pasar frio as canellas

como as bruxas desdentadas

condo iban por as nubes

n’as escobas esparradas,

pero des que hay aeroplanos

tanvos del todo asustadas.

​

            Ahora salen de día

a fer algúas gamberradas

a meter el mal del oyo

pos nun poden tar paradas.

​

            Envidian un cocho gordo,

as vacas que tan cuidadas,

un caballo ben mantido,

a us carneiros y hasta as cabras.

​

            Tein lletrecidá nos oyos

esas veyas condenadas.

​

            Era ben pueryes antiojos

que encoyeran as oyuadas

y viran todas as cousas

reducidas, pequenayas,

así nun terían envidia

vindo as cousas desmedradas

y aforraban as muyeres

de ir con ayo muy untadas

ou c’úa pedra de San Pedro

con as cruces ben marcadas

que son como fortalezas

unde tarse resguardadas.

​

            ¿ Y que me decís d’os trasnos

y as princesas encantadas,

que salían por as "Amozcas”

alló por Fontescabadas

ou por outros peñascales

de comarcas apartadas?

​

            Ahora tampouco salen

pos quedáronse anticuadas

porque hay televisores

igual que caxas cuadradas,

que tan falopando llume

como neve n’as nevadas

pos nese cristal cuadrado

vense muitas visarañas

entre brasas y muchicas

que se encenden y se apagan

y parecen fornigueiros

de fornigas que se enfadan

pos entre esos muchiqueiros

vénsevos cousas ben claras

que deixan detrás a us duendes

y as princesas encantadas.

​

            Salen mozas como soles

que cantan como calandrias

y caballos al galope

saltando por balustradas.

​

            Vistindo chaqueta negra

salió un home de espaldas,

ta n'el pico de un tayolo

ten un cacho de guiyada

y da xostrazos n’el aire

al tempo de que se enfada.

​

            De frente tanvos cien homes

que tocan xipros, guitarras

outros violíos como os cegos

ou con pipas allargadas

que ruxen enronquecidas

como xente acatarrada.

​

            Hayvos guitarrois muy grandes

que tein as cordas tensadas

y ruxen igual cas chocas

que tein as vacas d’as piadas.

​

            Tamén hay ua pipa grande

que ten a forma curvada

con a boca como un pote

torcida, repanchigada

y que bota golfaridas

lo mismo que si arruitara.

​

            Aquel home del tayolo

sigue movendo na vara,

os músicos tocan pouco

condo ven que nun se enfada,

pero daye de repente

cual si a mosca lo picara

y sacude na melena

y amenaza c’ua guiyada.

​

            Os músicos tocan todos

suenan as trompetas claras

ruxen de metal platillos,

cornetas de mete y saca,

acordiois de estira-encoye,

n’as maus suenan as maracas

y el home que ta n’el piano

sacude n’as teclas blancas

y retumban os tambores.

​

            Un home n’el bombo maza

y aquel home del tayolo

ta braceando que se mata.

​

            Tan pronto ta que se estira,

que se encoye, que se agacha,

que sube el puño cerrado

que os cinco didos esparra.

​

            Condo ve que algún nun toca

c’úa guillada ye amenaza

y faiyes tocar tan ben

que alegría se desata

y hasta se erguen as pernas

pa bailar a zaragata.

​

            Digo eo c’os televisores

evos ua cousa muy guapa.

​

            Quen quera ter un encanto

na cocía ou na sala,

que compre un televisor

d’os que ten Julio Posada,

que salen todos os días

aunque San Juan nun chegara.

Castellano

¿Qué se siente al regresar?

 

            Era tu pueblo una aldea

al lado de esa montaña

que se levanta arrogante

cual soldado en la batalla,

poniendo casco de nubes

y de rocas la coraza,

y pone trajes verdosos

de tupidas enramadas

y correajes de caminos

y senderos de las cabras

y tiene la voz de trueno

si tormentas se desatan.

​

            A veces se cubre el cuerpo

de una extensa capa blanca

que tiene color de armiño

cual la capa de un monarca.

​

            El gigante está de fiesta

porque ha llegado la Pascua

el tiempo de asar la oveja

y cantarle a Dios la nana,

al son de las castañuelas

y el granizo en la ventana.

​

            Así era aquél invierno

en que te fuiste de España

pues te llamaba tu tío

a la tierra americana.

​

            Y tú dejaste tus padres

tus hermanos, tu montaña

tus madreñas de abedul

los calcetines de lana,

te fuiste en zapatos nuevos,

el primer traje de pana,

que bautizaron tus ojos

como un barco con champaña.

​

            Pero pasaron treinta años

y vuelves rico a tu España.

​

            ¿Quieres decirme que sientes

allá dentro de tu alma?

​

            Te brillan de amor los ojos

cuando miras a tu patria

y tienes nieve en las sienes

y ternura allá en el alma,

y te late el corazón

al ver de lejos tu casa

y sentir sobre tu rostro

el aire de la montaña,

que es el beso de tu tierra

cargado de la fragancia

del aroma de las flores

donde dulces mieles sacan

el cortín de tus abejas.

​

            ¡Como vuelan y trabajan!

mientras suenan las esquilas

de unas vacas que pastan

en jugosos prados verdes

con mil margaritas blancas,

una pareja de bueyes,

un pesado carro arrastran

con un eje de madera,

que a veces chilla, otras canta

como canta el carretero

al andar en la lenta marcha,

calzado en toscas madreñas

y armado de una «guiyada»

que parece un personaje

de aquél cuadro de las «Lanzas»

y la niña de quince años

un poco modernizada

que regresa de la fuente

en su canto entusiasmada,

rebosando de alegría

como el agua su «canada»

y los viejos que fumando

charlan junto a la corrada

castigados por el reuma

que no les deja hacer nada.

​

            Y los nietos retozones

cual cachorros la manada

juegan a la lucha libre

que es el juego de la infancia,

de los niños que no vieron

cines de capa y espada,

ni vaqueros a caballo

ni carros en caravana

atacados por los indios

de la cabeza adornada

con plumas de colorines

y pintados por la cara.

​

            Ves a tu pueblo tranquilo

de una vida sosegada

sus habitantes son toscos

como diamantes sin talla,

como esas piedras de cuarzo

que se ven por tus montañas

y en su fría temperatura

están de fuego formadas.

​

            Por eso los fumadores

de otras épocas pasadas

encendían con dos piedras

unas «yescas» preparadas

encerradas en un cuerno

y con un corcho tapadas,

para asegurar el fuego

de las humildes cabañas.

​

            Para que brote la chispa

no valen piedras pintadas

tampoco son las mejores

las gentes mejor trajeadas

con capas de hipocresía

que las hace estar aisladas

sin dar chispazos de amor

como las piedras pintadas.

​

            Más la gente de tu pueblo

es esa aldea apartada,

sin capas de vanidades

ni en vicios contaminada

con las formas imperfectas

cual piedras de tu montaña

dando chispazos de luz

en su alma hospitalaria.

​

            No ha llegado nunca al pueblo,

nadie que no encuentre cama,

ni ha marchado sin comer

la persona más extraña,

Por eso hoy al ver tu pueblo

quieres en él ver a ESPAÑA.

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