Concurso Literario
Benjamín López
Fala
El encanto diario
¿Sabéis por qué nos peñascos
nun salen duendes nin hadas,
nin por el pico del "Cuco"
as princesas encantadas
vestindo trajes de seda
chíos de perlas amontuadas
que dan brillos de rellustro
condo un quere mirallas?
Tampouco salen nubreiros
en tormentas enfadadas
revolvendo c’ol sou palo
as nubes engavelladas
dunde salen as centellas
condo ruxen as tronadas.
Tampouco salen os trasnos
con cadenas arrastradas
meténdoye medo a xente
n’as invernosas noitadas.
Nin as bruxas medio encoiras
en escobas afumadas
salindo por chimeneas
como por cañois lanzadas
dando gritos y queixidos
mezclados con risotadas.
Pero ahora xa nun salen
pos quedáronse anticuadas
porque van aviois n’el aire
con buas cabinas cerradas
sin pasar frio as canellas
como as bruxas desdentadas
condo iban por as nubes
n’as escobas esparradas,
pero des que hay aeroplanos
tanvos del todo asustadas.
Ahora salen de día
a fer algúas gamberradas
a meter el mal del oyo
pos nun poden tar paradas.
Envidian un cocho gordo,
as vacas que tan cuidadas,
un caballo ben mantido,
a us carneiros y hasta as cabras.
Tein lletrecidá nos oyos
esas veyas condenadas.
Era ben pueryes antiojos
que encoyeran as oyuadas
y viran todas as cousas
reducidas, pequenayas,
así nun terían envidia
vindo as cousas desmedradas
y aforraban as muyeres
de ir con ayo muy untadas
ou c’úa pedra de San Pedro
con as cruces ben marcadas
que son como fortalezas
unde tarse resguardadas.
¿ Y que me decís d’os trasnos
y as princesas encantadas,
que salían por as "Amozcas”
alló por Fontescabadas
ou por outros peñascales
de comarcas apartadas?
Ahora tampouco salen
pos quedáronse anticuadas
porque hay televisores
igual que caxas cuadradas,
que tan falopando llume
como neve n’as nevadas
pos nese cristal cuadrado
vense muitas visarañas
entre brasas y muchicas
que se encenden y se apagan
y parecen fornigueiros
de fornigas que se enfadan
pos entre esos muchiqueiros
vénsevos cousas ben claras
que deixan detrás a us duendes
y as princesas encantadas.
Salen mozas como soles
que cantan como calandrias
y caballos al galope
saltando por balustradas.
Vistindo chaqueta negra
salió un home de espaldas,
ta n'el pico de un tayolo
ten un cacho de guiyada
y da xostrazos n’el aire
al tempo de que se enfada.
De frente tanvos cien homes
que tocan xipros, guitarras
outros violíos como os cegos
ou con pipas allargadas
que ruxen enronquecidas
como xente acatarrada.
Hayvos guitarrois muy grandes
que tein as cordas tensadas
y ruxen igual cas chocas
que tein as vacas d’as piadas.
Tamén hay ua pipa grande
que ten a forma curvada
con a boca como un pote
torcida, repanchigada
y que bota golfaridas
lo mismo que si arruitara.
Aquel home del tayolo
sigue movendo na vara,
os músicos tocan pouco
condo ven que nun se enfada,
pero daye de repente
cual si a mosca lo picara
y sacude na melena
y amenaza c’ua guiyada.
Os músicos tocan todos
suenan as trompetas claras
ruxen de metal platillos,
cornetas de mete y saca,
acordiois de estira-encoye,
n’as maus suenan as maracas
y el home que ta n’el piano
sacude n’as teclas blancas
y retumban os tambores.
Un home n’el bombo maza
y aquel home del tayolo
ta braceando que se mata.
Tan pronto ta que se estira,
que se encoye, que se agacha,
que sube el puño cerrado
que os cinco didos esparra.
Condo ve que algún nun toca
c’úa guillada ye amenaza
y faiyes tocar tan ben
que alegría se desata
y hasta se erguen as pernas
pa bailar a zaragata.
Digo eo c’os televisores
evos ua cousa muy guapa.
Quen quera ter un encanto
na cocía ou na sala,
que compre un televisor
d’os que ten Julio Posada,
que salen todos os días
aunque San Juan nun chegara.
Castellano
¿Qué se siente al regresar?
Era tu pueblo una aldea
al lado de esa montaña
que se levanta arrogante
cual soldado en la batalla,
poniendo casco de nubes
y de rocas la coraza,
y pone trajes verdosos
de tupidas enramadas
y correajes de caminos
y senderos de las cabras
y tiene la voz de trueno
si tormentas se desatan.
A veces se cubre el cuerpo
de una extensa capa blanca
que tiene color de armiño
cual la capa de un monarca.
El gigante está de fiesta
porque ha llegado la Pascua
el tiempo de asar la oveja
y cantarle a Dios la nana,
al son de las castañuelas
y el granizo en la ventana.
Así era aquél invierno
en que te fuiste de España
pues te llamaba tu tío
a la tierra americana.
Y tú dejaste tus padres
tus hermanos, tu montaña
tus madreñas de abedul
los calcetines de lana,
te fuiste en zapatos nuevos,
el primer traje de pana,
que bautizaron tus ojos
como un barco con champaña.
Pero pasaron treinta años
y vuelves rico a tu España.
¿Quieres decirme que sientes
allá dentro de tu alma?
Te brillan de amor los ojos
cuando miras a tu patria
y tienes nieve en las sienes
y ternura allá en el alma,
y te late el corazón
al ver de lejos tu casa
y sentir sobre tu rostro
el aire de la montaña,
que es el beso de tu tierra
cargado de la fragancia
del aroma de las flores
donde dulces mieles sacan
el cortín de tus abejas.
¡Como vuelan y trabajan!
mientras suenan las esquilas
de unas vacas que pastan
en jugosos prados verdes
con mil margaritas blancas,
una pareja de bueyes,
un pesado carro arrastran
con un eje de madera,
que a veces chilla, otras canta
como canta el carretero
al andar en la lenta marcha,
calzado en toscas madreñas
y armado de una «guiyada»
que parece un personaje
de aquél cuadro de las «Lanzas»
y la niña de quince años
un poco modernizada
que regresa de la fuente
en su canto entusiasmada,
rebosando de alegría
como el agua su «canada»
y los viejos que fumando
charlan junto a la corrada
castigados por el reuma
que no les deja hacer nada.
Y los nietos retozones
cual cachorros la manada
juegan a la lucha libre
que es el juego de la infancia,
de los niños que no vieron
cines de capa y espada,
ni vaqueros a caballo
ni carros en caravana
atacados por los indios
de la cabeza adornada
con plumas de colorines
y pintados por la cara.
Ves a tu pueblo tranquilo
de una vida sosegada
sus habitantes son toscos
como diamantes sin talla,
como esas piedras de cuarzo
que se ven por tus montañas
y en su fría temperatura
están de fuego formadas.
Por eso los fumadores
de otras épocas pasadas
encendían con dos piedras
unas «yescas» preparadas
encerradas en un cuerno
y con un corcho tapadas,
para asegurar el fuego
de las humildes cabañas.
Para que brote la chispa
no valen piedras pintadas
tampoco son las mejores
las gentes mejor trajeadas
con capas de hipocresía
que las hace estar aisladas
sin dar chispazos de amor
como las piedras pintadas.
Más la gente de tu pueblo
es esa aldea apartada,
sin capas de vanidades
ni en vicios contaminada
con las formas imperfectas
cual piedras de tu montaña
dando chispazos de luz
en su alma hospitalaria.
No ha llegado nunca al pueblo,
nadie que no encuentre cama,
ni ha marchado sin comer
la persona más extraña,
Por eso hoy al ver tu pueblo
quieres en él ver a ESPAÑA.